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jueves, 10 de marzo de 2016

Política, estrategias de ajedrez

"La política es el arte de lo posible", frase atribuida a diversos personajes de la historia como Aristóteles, filósofo griego del s.IV a.C.; Maquiavelo, filósofo político italiano del s.XV.; Bismarck, político alemán del s.XIX.; ó Churchill, político inglés del s.XX.; debería tener sentido hoy en día cuando desde posiciones diferentes o muy diferentes, se intenta dar soluciones a la ciudadanía, a la cual se debe.

Pero como muchas cosas en nuestro país, la política se ha convertido en una parodia donde sus actores (los políticos) escenifican posicionamientos y unas interlocuciones que rayan lo obsceno, cuando se sitúan en puntos de vista que nada o poco tienen que ver con la realidad que los ciudadanos de a pie viven, y marcan posturas que impiden a unos y otros alcanzar consensos que nos lleven a avanzar en dar soluciones a las carencias sociales, económicas y ético-políticas, que den respuesta a las exigencias que la ciudadanía requiere.

Falta demasiada altura de miras, por parte de unos actores, que bien por inexperiencia o bien por aferrarse al poder, olvidan lo que en política debe y tiene que ser una máxima: soluciones acordes a la REALIDAD. Una realidad marcada por, como no puede ser de otro modo, la mayoría.

Demasiados mensajes, de unos y otros, intentando acaparar en sí mismos las verdades absolutas que dicen defender. Cada uno puede defender, lo que es licito, aquel proyecto de país que considera es el más adecuado, para dejar un legado a las futuras generaciones mejor del que hemos heredado.

Ahora bien, la máxima en democracia es que son las mayorías las que deciden porque sendero debemos andar, con criterios democráticos y no totalitaristas. Pero en ocasiones, como en la que nos encontramos en la actualidad, la ciudadanía decide en libertad que el bipartidismo como tal, ha expirado, y abre un tiempo nuevo que obliga a más de dos actores a entenderse, aunque a algunos no les guste o les sea incomprensible desde sus posicionamientos políticos. Y es que en esta parodia política, algunos actores son más un problema, que una solución.

En un tiempo nuevo las formas no pueden ser arcaicas, y para llegar a acuerdos que den estabilidad a un gobierno en el que habrá que dialogar, y mucho, donde los posicionamientos maximalistas no tienen cabida. Es por tanto necesario articular formulas que permitan encajar formas y contenidos basado en consensos, cuando menos con un común denominador que se pueda entender no como una claudicación con el rival ("ni vencedores, ni vencidos"), sino como una nueva oportunidad y que de esperanza a una sociedad, la nuestra, que se hastía de parodias que no defienden como bien básico y fundamental el bien común sobre cualquier otro interés partidista y/o identitario.


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