"La
política es el arte de lo posible", frase atribuida a diversos personajes
de la historia como Aristóteles, filósofo
griego del s.IV a.C.; Maquiavelo,
filósofo político italiano del s.XV.;
Bismarck, político alemán del s.XIX.; ó Churchill, político
inglés del s.XX.; debería tener sentido hoy en día cuando desde posiciones
diferentes o muy diferentes, se intenta dar soluciones a la ciudadanía, a la
cual se debe.
Pero como muchas cosas en nuestro país, la política
se ha convertido en una parodia donde sus actores (los políticos) escenifican
posicionamientos y unas interlocuciones que rayan lo obsceno, cuando se sitúan
en puntos de vista que nada o poco tienen que ver con la realidad que los
ciudadanos de a pie viven, y marcan posturas que impiden a unos y otros
alcanzar consensos que nos lleven a avanzar en dar soluciones a las carencias
sociales, económicas y ético-políticas, que den respuesta a las exigencias que
la ciudadanía requiere.
Falta demasiada altura de miras, por parte de unos
actores, que bien por inexperiencia o bien por aferrarse al poder, olvidan lo
que en política debe y tiene que ser una máxima: soluciones acordes a la
REALIDAD. Una realidad marcada por, como no puede ser de otro modo, la mayoría.
Demasiados mensajes, de unos y otros, intentando
acaparar en sí mismos las verdades
absolutas que dicen defender. Cada uno puede defender, lo que es licito,
aquel proyecto de país que considera es el más adecuado, para dejar un legado a
las futuras generaciones mejor del que hemos heredado.
Ahora bien, la máxima en democracia es que son las
mayorías las que deciden porque sendero debemos andar, con criterios
democráticos y no totalitaristas. Pero en ocasiones, como en la que nos
encontramos en la actualidad, la ciudadanía decide en libertad que el
bipartidismo como tal, ha expirado, y abre un tiempo nuevo que obliga a más de
dos actores a entenderse, aunque a algunos no les guste o les sea
incomprensible desde sus posicionamientos políticos. Y es que en esta parodia política, algunos actores son
más un problema, que una solución.
En un tiempo nuevo las formas no pueden ser
arcaicas, y para llegar a acuerdos que den estabilidad a un gobierno en el que
habrá que dialogar, y mucho, donde los posicionamientos maximalistas no tienen
cabida. Es por tanto necesario articular formulas que permitan encajar formas y
contenidos basado en consensos, cuando menos con un común denominador que se
pueda entender no como una claudicación con el rival ("ni vencedores, ni vencidos"), sino como una
nueva oportunidad y que de esperanza a una sociedad, la nuestra, que se
hastía de parodias que no defienden como bien básico y fundamental el bien
común sobre cualquier otro interés partidista y/o identitario.
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