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domingo, 12 de junio de 2016

Una nueva Legislatura.... ¿Hacia el cambio?

La próxima legislatura, en teoría, debiera ser la que determine una batería de reformas que den debida respuesta a la estigmatizada clase política y que ha llevado a la desafección de lo público (sus instituciones), a la ciudadanía.

Amplio es el espectro de acciones que para la próxima legislatura habrá que abarcar, y de las cuales enumero solo algunas: pactos de estado en lo relacionado con la educación, la sanidad y la sostenibilidad de las pensiones; una justicia más independiente del poder político; nuevo modelo de estado y un reparto competencial entre administraciones que permita evitar duplicidades y gastos superfluos, con una normativa que no eternice las gestiones burocráticas (en particular en materia económica);apostar por un cambio de nuestro modelo productivo más diversificado (también en los sectores primario y secundario);apuesta por el apoyo a los autónomos y PYMES; aumento de inversión estatal en I+D (Investigación y Desarrollo), y medidas que incentiven la inversión privada; una nueva reforma laboral (que acabe con la precariedad y la temporalidad absoluta); medidas que eviten la emigración de los jóvenes (fuga de cerebros), y revertirla;  lucha contra la corrupción, con un aumento de medidas legales y recursos a tal fin, para acabar de una vez con la sensación de impunidad que determinados políticos (y sus amigos) han tornado en algo habitual; aumento de medidas y recursos en la lucha contra el fraude fiscal; medidas que combatan todo tipo de desigualdad (de la riqueza, del consumo, y sobretodo de la renta);cierre de cientos de entes no administrativos de distinta naturaleza jurídica (fundaciones, empresas públicas, observatorios, etcétera, etcétera, etcétera), que presten servicios superfluos, y sean dependientes del dinero público; reforma del senado (para que sea realmente una cámara de representación territorial);reforma en la utilización de los indultos (en especial en delitos contra la administraciones públicas);reforma de la ley electoral; supresión de aforamientos; y así un sinfín de etcéteras más.

Todos los puntos anteriormente mencionados tienen un marcado cariz de ser algo improbable, sobre todo en lo que respecta a los partidos tradicionales, a los cuales les pueden parecer innecesarios en algunos o muchos casos, siempre en función de a quién se le plantee.

Sin embargo, se hace particularmente necesario que estos y otros muchos temas sean consensuados entre la mayoría de representantes del pueblo, haciendo gala de generosidad y altura de miras. Ni podemos ni tenemos tiempo para luchas partidistas o identitarias, porque la política tiene que dar soluciones “en tiempo real” y no está para generar distracciones que en absoluto resuelven los problemas de fondo que sufre la ciudadanía de a pie. Por tanto, exijamos a nuestros políticos que sus esfuerzos se concentren en revertir una situación que redunde en la defensa del interés general, máxime en estos tiempos que vivimos.



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