
En la actual Europa convivimos con otras
naciones con una cultura, lengua y forma de entender la vida que nos hace
diferentes, donde nuestro mayor avance es el denominado estado del bienestar
fraguado después de la Segunda Guerra Mundial y que consolidaba una manera de
entender la convivencia fundamentada en valores democráticos tan sólidos como
la libertad, la justicia y la igualdad, entre otros. Pero el transcurrir del
tiempo y del principal factor que actualmente rige en la actualidad una
economía descontrolada basada en el neoliberalismo y en un despiadado y cada
vez más competitivo mercado que nos ha permitido mejorar la calidad de vida,
pero a qué coste. El coste no es otro que acomodarnos en una doble moral que
nos permite vivir en mejores condiciones que otros ciudadanos de nuestro
planeta, obviando que "negociamos" con países, muchos de ellos
llamados emergentes, donde los derechos son casi inexistentes en aras de los
beneficios de nuestros países y de las grandes empresas multinacionales, y que
no contemplamos en nuestros países por ser lesivos pero que obviamos en
aquellos porque nos interesa, que pudiendo ser innato en nuestra naturaleza, el
de mejorar, es moralmente cuestionable cuando vulnera aquello que defendemos
como valores propios de nosotros: los europeos.
La realidad nos ha hecho comprender que
estamos solos ante otros colosos económicos, en el pasado EEUU y Japón a los
que actualmente se les ha sumado China y otras economías emergentes que empujan
con gran intensidad y que como es lógico defienden sus intereses, en un mundo
cada vez más globalizado, donde las fronteras no dejan de ser sino líneas en un
mapa que no nos mantienen a salvo de condiciones y condicionantes externos que
amenazan nuestra forma y calidad de vida, a pesar de que algunos de esos países
emergentes vulneran derechos, tanto laborales como de diferente naturaleza
(medioambientales, ...) .
Desde la aparición de Internet y hasta
nuestros días los cambios se han acelerado de manera vertiginosa de tal modo
que lo que creíamos como invariable y nos servía en el pasado ahora ya no es
válido y nos deja con marcadas diferencias en todas las facetas de nuestra
vida, en aquello que nos interesa y que con el paso del tiempo agudiza unas
diferencias más profundas no solo entre países sino entre ciudadanos de un
mismo país, lapidando en muchas ocasiones el sistema que en la vieja Europa nos
habíamos otorgado con un avance más que significativo en derechos y del que
tanto nos habíamos vanagloriado por ser puntero entre el resto de naciones del
llamado primer mundo.
Si bien yo he tocado muy por encima
algunos aspectos de nuestra realidad, la pregunta que yo me plantearía sería:
¿Cuáles son las soluciones a llevar a cabo para revertir la situación y que
esto no volviera a suceder?.
Sin seguir ningún orden y a grandes
rasgos las soluciones, bajo mi humilde opinión, pasarían por: separar la
POLITICA internacional de ningún otro factor que la contamine en la toma de
decisiones, en el actual contexto internacional hablaría de los "poderes
económicos"; consensuar posiciones comunes en materias sensibles para
consolidar una Europa fuerte dentro de este mundo globalizado (esto pasaría por
dejar apartados los intereses nacionales y otorgar más peso a las instituciones
europeas, como por ejemplo: en materia económica y de fiscalidad, y en política
exterior), y que consoliden de manera sostenible lo que llamamos “la Europa del
bienestar” donde no se recorten derechos; establecer los controles mundiales
necesarios a los mercados internacionales para cambiar la economía neoliberal
imperante actualmente y que favorece la especulación y el equilibrio de riqueza
agudizando las diferencias entre naciones por intereses sectarios; acercar a
los ciudadanos y hacerles participe de la “POLITICA” nacional e internacional
como lo que son: el origen y el fin de la misma; dar TRANSPARENCIA (sobre todo
en lo político en nuestro país) a las acciones que afecten el devenir cotidiano
de la vida de los ciudadanos en cualquier ámbito de actuación y bajo estrictas
reglas legales; establecer criterios comerciales en los ámbitos
socio-económicos basados en los principios que la Unión Europea establece (la
de las libertades y la igualdad, entre otras) para no dar preferencia a
organizaciones empresariales occidentales o países que utilizan a sus
conciudadanos como mano de obra barata (con derechos laborales mínimos o casi
nulos) con la excusa de la economía libre de mercado y los tratados
internacionales que los avalan, y que suponen una clara competencia desleal que
desmantela tejidos productivos-económicos en donde sí se respetan dichos
derechos; etc.
Esto es utópico, pero no es imposible si
los ciudadanos así lo decidimos.
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