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sábado, 14 de abril de 2012

Porque ser y estar en política no nos hace a todos iguales

A medida que algunos optamos por involucrarnos en la actividad política, en el momento de su peor valoración para nuestros conciudadanos (la tercera preocupación), y lo que a ella le rodea adquirimos conciencia de que para alcanzar un modelo de sociedad viable y sostenible (sobretodo en lo económico) implica esfuerzos notables para revertir la apatía que cada vez más se apodera de los ciudadanos de nuestro país. Sobre esta apatía va este escrito de reflexión por lo que ante todo, y por su carácter crítico, es recomendable que aquellos que lean el mismo tengan la mente abierta desde la perspectiva que yo también soy ciudadano de esta sociedad, y no me inhibo de la misma.    

La mayoría de los ciudadanos omiten el principio de responsabilidad que conlleva el tomar decisiones en lo público, por acción u omisión, y desde esa creencia debemos afrontar mayores cotas de conciencia tanto individual como colectiva para reconducir una situación que no se modifica porque nos es más cómodo inhibirnos de EXIGIR a aquellos que hemos colocado en las administraciones (políticos) de que cumplan sus compromisos, y somos incapaces de contemplar otras opciones más allá de las que conocemos. Nos hemos vuelto conformistas en la creencia de que todas las formaciones políticas son iguales y nosotros no tenemos la capacidad individual de revertir esta situación porque esto no hay quien lo encamine, y del mismo modo somos incapaces de informarnos sobre las propuestas de otras formaciones políticas que tengan propuestas alternativas a los partidos "clásicos" o antiguos. Nos hemos aburguesado desde la creencia que esto pasará, como en otras ocasiones, y algún día volveremos a vivir como antaño en la creencia que encontrarán la fórmula que nos permita volver a estar como antes de la crisis económica-social y sobretodo política que estamos padeciendo.

Desde una reflexión muy personal, considero necesario demandar el mismo nivel de exigencia que en nuestra vida personal a aquellos que nosotros, los ciudadanos, hemos colocado en las administraciones para que defiendan nuestros intereses como sociedad. No me conformo con ser un convidado de piedra donde algunas formaciones políticas nos dicen lo que queremos oír para obtener nuestra confianza en las elecciones y obtener una representación en las administraciones públicas para a posteriori, y con excusas, no cumplir con algunos-muchos de los compromisos que adquirieron en dichas elecciones.

Es imperativo que después de años de ir acaparando privilegios por dedicarse a la actividad política (seguros a cargo de los presupuestos públicos, gastos superfluos, etc), estos sean suprimidos y se rijan por los mismos criterios que para cualquier trabajador. Que las actitudes sectarias tengan un notable castigo electoral, para reeducar a aquellos que utilizan las administraciones públicas para un fin distinto del interés general.

La capacidad de autocrítica en la mayoría de las formaciones políticas es nula, y la de análisis es sectaria y partidista en la mayoría de los casos, y de esa manera siempre se arrastra un lastre democrático (de valores), que termina por erosionar a unos ciudadanos agotados y aburridos de contemplar como pasan las legislaturas y están los mismos argumentando lo mismo y sin dar salida a la mejora de la calidad de vida según los criterios (compromisos de los programas electorales) que les llevaron a las administraciones públicas.

Tenemos un perfil político, donde no se tolera que otros tengan una idea mejor y si se tiene y es buena se copia o intenta tapar si se queda en mal lugar para ocultar la propia incapacidad o aquello que permite exponer actitudes poco éticas. Algunos políticos, generalmente aquellos que han vivido de esta actividad, atesorando cada vez más privilegios son reacios a cualquier modificación que les permita seguir ostentando el sillón-es en el cual los ciudadanos les han colocado, y optan por desviar la atención con polémicas declaraciones y medidas políticas de hondo debate, pero que en muchos casos no dejan de ser cortinas de humo para distraer la atención de lo que realmente preocupa a la ciudadanía y que después de décadas de mala gestión en las administraciones públicas, de hacer y deshacer, dejan un panorama de muy compleja solución porque cómo evitar el sectarismo implantado en la actual clase dirigente que optan por viejas fórmulas del pasado (piden esfuerzos a los ciudadanos, justifican subidas de impuestos, entre otros; comprensión; altura de miras; ...).

Cuándo optarán por tener un dialogo convergente, cercano a las necesidades de los ciudadanos donde se den soluciones reales sin sobrecargar a unos ciudadanos que siempre pagan por decisiones que ponen en peligro nuestro estado del bienestar. La solución pasa, en mí opinión, porque los ciudadanos analicen que se les prometió, que se ha cumplido, y si les compensa seguir apoyándolos en base a esos criterios desde la objetividad más rigurosa. Hay que seguir el principio de que todo tiene un precio y nada que merezca la pena es gratis. Personalmente creo que hay que dar ejemplo, trabajar desde la humildad, ser cercano a la realidad del ciudadano de a pie y tomar las medidas que sean necesarias para defender el interés general, dar la cara, y explicar con argumentos porque se toman dichas medidas desde la coherencia y respetando al ciudadano sin insultar su inteligencia.


Yo tengo Fe. Fe en nuestras creencias, del tipo que sean,  que es aquello que nos hace imparables antes las adversidades y que genera un nuevo futuro desde la esperanza, para avanzar en dar soluciones realistas, coherentes y transparentes en una sociedad que espera que nuestro país funcione, y en donde los ciudadanos sean los auténticos agraciados por un nuevo perfil de político que de soluciones, priorizando el interés general. 

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