A medida que algunos optamos por
involucrarnos en la actividad política, en el momento de su peor valoración
para nuestros conciudadanos (la tercera preocupación), y lo que a ella le rodea
adquirimos conciencia de que para alcanzar un modelo de sociedad viable y
sostenible (sobretodo en lo económico) implica esfuerzos notables para revertir
la apatía que cada vez más se apodera de los ciudadanos de nuestro país. Sobre
esta apatía va este escrito de reflexión por lo que ante todo, y por su
carácter crítico, es recomendable que aquellos que lean el mismo tengan la
mente abierta desde la perspectiva que yo también soy ciudadano de esta
sociedad, y no me inhibo de la misma.
La mayoría de los ciudadanos omiten el
principio de responsabilidad que conlleva el tomar decisiones en lo público,
por acción u omisión, y desde esa creencia debemos afrontar mayores cotas de
conciencia tanto individual como colectiva para reconducir una situación que no
se modifica porque nos es más cómodo inhibirnos de EXIGIR a aquellos que hemos
colocado en las administraciones (políticos) de que cumplan sus compromisos, y
somos incapaces de contemplar otras opciones más allá de las que conocemos. Nos
hemos vuelto conformistas en la creencia de que todas las formaciones políticas
son iguales y nosotros no tenemos la capacidad individual de revertir esta
situación porque esto no hay quien lo encamine, y del mismo modo somos
incapaces de informarnos sobre las propuestas de otras formaciones políticas
que tengan propuestas alternativas a los partidos "clásicos" o
antiguos. Nos hemos aburguesado desde la creencia que esto pasará, como en
otras ocasiones, y algún día volveremos a vivir como antaño en la creencia que
encontrarán la fórmula que nos permita volver a estar como antes de la crisis
económica-social y sobretodo política que estamos padeciendo.
Desde una reflexión muy personal,
considero necesario demandar el mismo nivel de exigencia que en nuestra vida
personal a aquellos que nosotros, los ciudadanos, hemos colocado en las
administraciones para que defiendan nuestros intereses como sociedad. No me
conformo con ser un convidado de piedra donde algunas formaciones políticas nos
dicen lo que queremos oír para obtener nuestra confianza en las elecciones y
obtener una representación en las administraciones públicas para a posteriori,
y con excusas, no cumplir con algunos-muchos de los compromisos que adquirieron
en dichas elecciones.
Es imperativo que después de años de ir
acaparando privilegios por dedicarse a la actividad política (seguros a cargo
de los presupuestos públicos, gastos superfluos, etc), estos sean suprimidos y
se rijan por los mismos criterios que para cualquier trabajador. Que las
actitudes sectarias tengan un notable castigo electoral, para reeducar a
aquellos que utilizan las administraciones públicas para un fin distinto del
interés general.
La capacidad de autocrítica en la mayoría
de las formaciones políticas es nula, y la de análisis es sectaria y partidista
en la mayoría de los casos, y de esa manera siempre se arrastra un lastre
democrático (de valores), que termina por erosionar a unos ciudadanos agotados
y aburridos de contemplar como pasan las legislaturas y están los mismos
argumentando lo mismo y sin dar salida a la mejora de la calidad de vida según
los criterios (compromisos de los programas electorales) que les llevaron a las
administraciones públicas.
Tenemos un perfil político, donde no se
tolera que otros tengan una idea mejor y si se tiene y es buena se copia o
intenta tapar si se queda en mal lugar para ocultar la propia incapacidad o
aquello que permite exponer actitudes poco éticas. Algunos políticos,
generalmente aquellos que han vivido de esta actividad, atesorando cada vez más
privilegios son reacios a cualquier modificación que les permita seguir
ostentando el sillón-es en el cual los ciudadanos les han colocado, y optan por
desviar la atención con polémicas declaraciones y medidas políticas de hondo
debate, pero que en muchos casos no dejan de ser cortinas de humo para distraer
la atención de lo que realmente preocupa a la ciudadanía y que después de
décadas de mala gestión en las administraciones públicas, de hacer y deshacer,
dejan un panorama de muy compleja solución porque cómo evitar el sectarismo
implantado en la actual clase dirigente que optan por viejas fórmulas del
pasado (piden esfuerzos a los ciudadanos, justifican subidas de impuestos,
entre otros; comprensión; altura de miras; ...).
Cuándo optarán por tener un dialogo
convergente, cercano a las necesidades de los ciudadanos donde se den
soluciones reales sin sobrecargar a unos ciudadanos que siempre pagan por
decisiones que ponen en peligro nuestro estado del bienestar. La solución pasa,
en mí opinión, porque los ciudadanos analicen que se les prometió, que se ha
cumplido, y si les compensa seguir apoyándolos en base a esos criterios desde
la objetividad más rigurosa. Hay que seguir el principio de que todo tiene un
precio y nada que merezca la pena es gratis. Personalmente creo que hay que dar
ejemplo, trabajar desde la humildad, ser cercano a la realidad del ciudadano de
a pie y tomar las medidas que sean necesarias para defender el interés general,
dar la cara, y explicar con argumentos porque se toman dichas medidas desde la
coherencia y respetando al ciudadano sin insultar su inteligencia.
Yo tengo Fe. Fe en nuestras creencias,
del tipo que sean, que es aquello que
nos hace imparables antes las adversidades y que genera un nuevo futuro desde
la esperanza, para avanzar en dar soluciones realistas, coherentes y
transparentes en una sociedad que espera que nuestro país funcione, y en donde
los ciudadanos sean los auténticos agraciados por un nuevo perfil de político
que de soluciones, priorizando el interés general.

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